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Mi duelo ¿lo tengo que sufrir o puedo hacer algo para superarlo?

Las fases del duelo, son etapas que se deben transitar, pero cada uno de nosotros podemos tomar algo de control sobre nuestras emociones y hacer "cosas" para superarlo de una mejor forma.




En el artículo anterior revisamos las fases del duelo, que parecerían ser inevitables e ineludibles. Pero ante cada fase existe una tarea que podemos realizar y que nos libra de la indefensión ante lo inevitable.


William Worden explica que existen tareas que dan la posibilidad de hacer “algo” para poder transitar el duelo de una forma más natural.


Ante la negación, la tarea es aceptar la realidad de la pérdida.


Es importante que el doliente haga contacto con la realidad, no debe ser enmascarada. Para ello los ritos han sido, a lo largo de la historia, la mejor forma de aceptación de la pérdida.

En el caso de la muerte, los ritos funerarios son el primer paso para hacer contacto con la realidad. Hablar de la pérdida, una y otra vez, ayuda a colocar en perspectiva lo sucedido; por ello las personas que acompañan deben escuchar, estar investidas de paciencia para atender de manera reiterativa la misma conversación, las veces que haga falta.

Nada sana más que el poder expresar lo que se siente, el revivir una y otra vez las circunstancias, esto estructura el pensamiento. De igual forma el escribir o dibujar da salida a la experiencia. Los grupos de apoyo son catárticos en la expresión del dolor al no ser juzgados, ya que todos los integrantes atraviesas circunstancias similares.


Ante la ira, trabajar las emociones y el dolor.


Del dolor no se puede escapar, es un “trago muy amargo” que hay que tomar. Nadie quisiéramos sufrir ni llorar; pero llorar es sano, es la mejor herramienta que tenemos para poder cicatrizar las heridas de la pérdida.

La evocación de recuerdos, el contacto físico, si la persona lo permite, ayudan a que la persona pueda hacer contacto con sus emociones y pueda expresarlas. La ira o el enojo pueden ser canalizados de forma positiva, como puede ser el ejercicio físico en donde se pueda generar energía que no sea auto-destructiva.

También el informar sobre lo que la ira significa, en lo que habíamos hablado en el artículo anterior, sobre su función adaptativa y permitir que emerja de forma natural pero con contención puede resultar favorable para quien está enojado.


Ante la tristeza, adaptarse a un medio en donde nuestro ser querido o la situación ha cambiado.


Esta adaptación debe ser decidida por el doliente, no deben hacerse cambios sin su consentimiento. Esta adaptación toma tiempo, quizás mucho más de los que el entorno quisiera, pero hay que respetar a la persona doliente.

Lo natural es que primero se transite el duelo y al final puedan hacerse los ajustes necesarios, pero nunca durante la fase de tristeza, aquí no se toman decisiones adecuadas por no estar con todas nuestras funciones cognitivas funcionando de forma normal.

En este momento la relación de ayuda es de fundamental importancia, sabiendo que no es hacer las cosas por el otro, sino apuntalarlo para que esa persona pueda irse adaptando a su nueva realidad, ayudándolo a superar los diferentes obstáculos para que se reajuste y pueda continuar con su vida.


Ante la aceptación, re-colocar emocionalmente la pérdida y continuar viviendo.


La evocación de recuerdos, en esta etapa toma una nueva dimensión y nos podremos dar cuenta que la herida ha comenzado a cicatrizar. Se recordará con nostalgia, cariño pero ya sin doler como una herida abierta. Sabemos que nuestra vida ha cambiado y que jamás volverá a ser la misma, pero que podemos vivirla de una forma distinta y llegará a ser buena. En caso de tener que tomar decisiones importantes, es hasta esta etapa en dónde se deben tomar.


Si quieres profundizar sobre las pérdidas, así como la forma de acompañarlas, te recomendamos el siguiente libro:





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