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Cuidándote

¿Soy o no soy una persona cuidadora?

Solemos confundir el rol de madre, de esposa, de hija con el de cuidador y deberían ser diferentes. En determinados momentos del día, seguramente serás su cuidador o cuidadora, pero en los demás, debes de diferenciar y entonces serás su madres, su padre, su esposa, o su hija. No hacer esta distinción, te priva a ti de disfrutar a tu familiar en su rol natural, y lo privas a él o ella, de convivir contigo de una forma distinta a la de ser únicamente su cuidadora.



Empezaremos por definir ¿Quién es la persona cuidadora?

Son las personas que se hacen cargo de las personas con algún nivel de dependencia, ya sea temporal o permanente.

En esta labor de cuidado se van creando, en el cuidador, desgaste físico, económico y por lo tanto emocional generando sensaciones como: enojo, injusticia, desamparo y violencia hacia sí mismo, hacia el otro y hacia el entorno.

Dicho desgaste depende evidentemente, del tipo de padecimiento o condición que presente la persona a la cual se le brindan los cuidados.


Tenemos que considerar es el tipo de comienzo del padecimiento.

Es de todos conocido que el comienzo de un padecimiento afecta de manera significativa la serie de tareas que se tienen que implementar el entorno con la fase inicial de una crisis.


Por tanto las enfermedades pueden clasificarse en las que tienen un comienzo agudo o súbito y las de aparición de los signos y síntomas son de una forma gradual.

Para el cuidador primario y/o la familia, una afección de comienzo gradual presentar un tipo de factor estresante diferente del que impone una crisis súbita.

El tamaño del reajuste en la estructura familiar, los roles, la resolución de problemas y las estrategias afectivas de respuesta pueden ser las mismas para todos los tipos de enfermera crónica.


Sin embargo en aquellas que tienen un comienzo súbito los cambios emocionales y prácticos se condensan en breve lapso de tiempo y exige de la familia una movilización más rápida de su capacidad para manejar las crisis.


Algunas familias están mejor equipadas que otras, para hacer frente a un cambio rápido. Las familias capaces de tolerar estados afectivos altamente cargados, intercambiar de manera flexible roles claramente definidos, resolver problemas y utilizar eficazmente recursos externos cuentan con una ventaja para hacer frente a las enfermedades de comienzo súbito o agudo. Las enfermedades de comienzo súbito o agudo existe una tensión inmediata en la familia relativamente más intensa, al tratar simultáneamente de evitar una pérdida mayor, o la muerte, y dar respuesta a un problema nuevo.


El estilo de respuesta de otras familias puede ser más afín al cambio gradual, aborda los problemas despacio pero con determinación. Si se les da el tiempo suficiente alcanzarán sus metas. Tales familias se ajustan bien a afecciones de comienzo paulatino. El problema del ajuste entre este estilo familiar y la enfermedad, dependerá de las demandas iniciales que tenga la persona que requiere el apoyo.


A mayor demanda de acciones rápidas y concretas estas familias se verán en problemas por la respuesta que se requiere frente a este tipo de padecimientos. Sin embargo cuando las familias ya están en movimiento pueden ajustar y contar con recursos para manejar lo complejo del enfermedad prolongada particularmente si se trata de afecciones sin cambios agudos recurrentes o síntomas nuevos y desconocidos.


Como ejemplo de lo escrito en párrafos anteriores, tenemos la enfermedad de COVID 19, que es una enfermedad súbita que no sabemos cómo cuidar.







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